IX-MERCANTES
Todas las regiones tienen una férrea conexión mercantil, ninguna del
Lid está exenta. Esto se debe al arduo trabajo, de los Mercantes,
quienes logran que mediante su comercio, se pueda llevar desde el gran pez
blanco que se pesca en el delta del Brottor, en Rull, a canjear por el
mitilo,( especie de cangrejo gigante) que solo se encuentra al otro extremo
del Lid, en el puerto de los fiordos de Xara, en Tridex, o de llevar los
dátiles de Pèrèzön, al norte de Morax, hasta la misma isla de Mándall,
hábitat del Det de los ríos y mares, quienes canjean el brebaje de lir.
Todas las regiones tienen que aportar, al tener diversidad de suelos, el Lid
provee, para todos. Algunos menos afortunados con suelos poco propicios para
el cultivo, pueden canjear armaduras, telas, hierros de distintos tipos y
lugares, o bien ayudar a reparar la flotilla de veinte viejos barcos,
que surcan los mares constantemente, con solo la buena voluntad, de
que el comercio una. Ya que si hay lugar para el mercadeo, hay oportunidad
para conocer regiones y razas. Los cientos de puertos que hay, no siempre
son accesibles para los barcos, en varios casos anclan lejos del puerto y se
acercan en botes repletos de víveres de todos los gustos y colores. Los
mercados menos accesibles se encuentran en los ríos, donde El Gran Río,
dominante de norte a sur y de este a oeste, en diversos tramos, posee aguas
muy profundas, pero los puertos mercantes están sobre las afluentes
del mismo, de ahí, que parten en los botes para penetrar dicha afluente,
donde también yacen caballos a carro, por si la ruta lo requiere. Los
habitantes del Lid, sean de la región que sean, pueden tener en demasía sus
mercados a rebosar, en unas épocas menos en otras más, pero siempre está el
mercante a disposición. Sufren de vez en cuando ataques por algún que otro
barco de Agrelor, o algunos contrabandistas del puerto del Rit…quienes se
nutren de unas bellas piedras que se encuentran en las cavernas Farh,
las M-drazal y son muy difíciles de encontrar, pero quienes la obtienen la
pueden cambiar por lo que sea. Todo esto requiere un arduo trabajo tanto de
los Mercantes, como de los puertos y mercados de todo el Lid, ya que
tienen rutas trazadas, y nunca las tuercen. Por orden imperial de
Mahor, se les prohíbe a los barcos mercantes, tener armas a bordo, aunque la
talasocracia de los mares es de Brajistad, la misma también la tienen los
mercantes, en cuanto a lo suyo se refiere. Si, lógicamente están armados,
pero todo es cuestión también de supervivencia, si les quieren arrebatar sus
mercancías, lo defenderán con su vida. Ya han sido avisados de no interceder
en la guerra venidera, ¿Por qué el aviso? Sencillo, la flota mercante está
compuesta por varias razas, con fin de que el diálogo entre distintas
lenguas, o con razas que no se aprecian entre sí, pueda realizarse igual,
con total normalidad. Cada embarcación cuenta con cincuenta tripulantes, hay
Rulles, Farhes, Morovitos Silures, trideños y hombres, todos juntos,
para proveer el Lid. Tienen un barco insignia, quien va siempre por delante
por varios nudos, es quien manda, y quién tiene la tripulación más diversa
de los veinte barcos. Éste, lo comanda un Rull, Yandru. Este Rull Pardo de
carácter jocoso, de buen porte como todo Rull, lleva consigo en el barco
siempre una armadura netamente gris, y tiene siempre cerca un hacha de
Bautaro, su preciada ciudad de nacimiento, en Rull. Él está al mando del
Barco insignia y está acompañado por sus fieles camaradas, todos con
distintas historias por contar, pero en este momento viviendo la misma.
Estos son, Jeynjel hombre del puerto del Rit, antaño, guerrero, siempre en
cueros y con yelmo y escudo, nunca deja de lado su lanza, de un pelo lacio
frondoso hecho una trenza quien está al caer con su pequeña
embarcación. Átaro, hombre del desierto, designado para el mercadeo
por el mismísimo Zerej Naimad, por su capacidad para el diálogo, bajo con
barriga, torvo y el pelo hirsuto, contrasta a Jeynjel y a la mayoría
de hombres de Pèrèzön. Dlâgâl, Morovito de Söhämt, no podía ser de otra
ciudad, ya que es la única que habla un poco el idioma del hombre. Daydiro y
Vaynel, Silures, de fretz y de la ciudad Suyam, respectivamente. Madray, una
trideña de la aldea de Adrid, y por último Ráldärýs, Farh, de las cavernas
Urûll. Esta mujer Rana, tiene una relación bastante especial con el morovito
Dlâgâl, ya que comparten idioma, el chelle, y sus razas son enemigas íntimas
de hace tiempo.
El pequeño pero diverso grupo, comanda una de las tareas más arduas en todo
el Lid, abastecer sin importar raza a todos los habitantes. De momento el
único camino prácticamente cerrado que tienen es el de Pèrèzön, por suerte,
ya lo habían visitado, antes de que esté asediado.
Los navíos, se dirigen ahora hacia Rull, les queda muy poco para llegar a
destino. Van lento ya que en poco se terminará de congelar el hielo y
no podrán pasar por el canal de Sardedn, en medio de las montañas e ir
al último puerto, en el delta del Brottor.
Los mercantes, vienen de Frö y ahora retomaron el gran río, en breve
luego de pasar por Rull, saldrán a alta mar, al bravío mar de Brassan, para
bajar hacia Bhin, y luego, a la isla del Rey Suyam, en Silur. Por lo pronto,
Yandrü, es quien con su peculiar carácter llama a Ráldärýs….
-¡Ansaudir!- farfullo Yandrü, ya que es en chelle, y no lo habla bien,
llamando en diminutivo como le dicen en el navío, a la bella mujer
rana-.
-peltre, tolsauond-tresorsaule-responde respetuosa, y en chelle
mientras forcejea con redes para la pesca con Dlâgâl.-
-ven, dejaros ya de pelearos- dice el jocoso Rull revoleando sus ojos
al cielo-
-girpel girdir- se explica la Farh-
- no no no- dice Tajante Yandru- Os vengo observando, y discutís por todo,
y trata de no hablar chelle conmigo…comprendo poco aun, y vosotros hablan
mejor en nuestro idioma-.
-te decía que él era el que discutía, no yo- explica la Farh-
-sorvar girangirpel, guevartre-giran tolangirgir, pelsauli-girandirpos,
sorposmesor.-se defiende Dlâgâl-
-por los dioses, los comprendo, pero aún no todo-expresa Yandru-¿cuantas
veces debo repetíroslo?
- él dice que yo creo saberlo todo- confiesa la mujer rana, mientras suelta
la red furiosa, más viendo que el morovito está a horcajadas-.
Carcajadas en demasía en el barco insignia, el mismo de una proa y popa,
con un hermoso color bermellón, las velas inmensas, blancas y con el logo de
los barcos mercantes, el “Gran pez” todo blanco . Es la nave más grande de
las veinte mercantes…en su escotilla lleva varios caballos, no son para el
mercadeo, son los que acercan a los mercantes a los puestos y puertos,
en los que los barcos no entran por su Angostura. Las risas a destajo vienen
de los mismos de siempre, de los Silures, Daydiro y Vaynel, ellos se
encargan de hacer enojar constantemente al morovito con la hembra Farh, son
divertidos pero a veces algo cargosos, y siempre se llevan la bulla de
Yandru, que los manda a callar y les da tareas pesadas, para su
tamaño.
Estos dos Silures, Macho y Hembra, son pareja, aunque se han conocido en el
arduo trabajo del mercadeo y se llevan estupendo, son muy
trabajadores, de vez en cuando se toman estos recreos para divertirse a
costa de sus camaradas. Pero al momento de poner el hombro no desentonan con
nadie, ni siquiera con el mismo Yandrü, que le saca casi dos metros de
altura. El barco, está diseñado para albergar a las distintas especies, por
eso todo está acondicionado para que puedan trabajar en el barco, pese a los
distintos tamaños.
La noche hace ver las luces en el cielo como nunca, las dos lunas reflejan
en el gran río sus bellísimos colores, aunque la blanca en esta época
invernal sobresale más que la azul, que se hace notar también. A lo lejos se
divisa que se aproxima una gran tormenta. Los farolillos de proa y popa son
encendidos por los Silures. Las velas son recogidas por Átaro y Madray, para
aminorar los nudos, e ir más lento; ya que por más velocidad que tomen los
navíos, llegaran tarde. El congelamiento del rio en el estrecho ya es casi
un hecho. Les gusta también poder sentarse en cubierta a beber el
brebaje de lir para poder dialogar luego de unos arduos días de
intenso intercambio en varias ciudades Moraxinas. Unos ayudantes de los
camarotes, traen el brebaje y algunos dátiles de Pérézón como ya les es
costumbre hacer, al caer la noche. El manso gran río, de momento, no tiene
aguas turbulentas, por esto es que Yandru, llamaba a Ráldärýs. Ella conoce
las profundidades del gran rio.
-¿qué es lo que deseáis?-le pregunta la Farh a Yandrü-
-oh, eh, mmmm-
-¿lo has olvidado verdad?
-Si Ansaudir, disculpa- responde Yandrü, pero rápido reacciona- oh, sí mí
Farh preferida. Quería saber qué es lo que está pasando en el gran rio, hoy
ha estado tranquilo, pero lunas atrás no y espero noticias de
Jeynjel.-
-te explicaré... ¿recuerdas lunas atrás, cuando salíamos de Tridex, y
estábamos observando la envestida del hombre contra los alados?
-sí, también recuerdo que Madray estaba muy preocupada
-para no estarlo mí peludo amigo-le dice con cariño al Rull- el hombre
comenzó su ataque, estamos abstemios por ser mercantes, pero luego de acabar
con las razas vendrán por nosotros Yandrü-réplica preocupada la mujer rana y
acota- Jeynjel sabe cuidarse, estará cerca.-
-espero lo esté, sus noticias son importantes ya que el rey de los hombres
dijo que si nos manteníamos al margen, viviríamos, no somos guerreros
Ansaudir, somos mercantes- se explaya el Rull-
-¿para tí eso nos deja al margen de esta guerra? Creo estáis
equivocado y lo entenderás cuando lleguemos a tu región natal.- dice
imperativa Ráldärýs-y consulta- ¿Por qué has plegado las velas? se congelarán
las aguas del estrecho, y por cierto ¿no querías llegar al día del agasajo
de tu princesa a tiempo?
- si no bajamos la velocidad ahora, podríamos impactar con el hielo. El
agasajo ya ha pasado, por eso he aminorado la marcha. Iremos
tranquilos el poco recorrido que nos queda hasta Brú.- concluye Yandrü,
cabizbajo por no llegar a término para felicitar a su princesa-
-capitán, no solo el gran río, sino que también los pequeños están
revueltos, los Farhes están entrando en la guerra y la reunión con
nuestro Rey compete a todos nuestros hermanos de todo el Lid. Esa revuelta
de ríos significan que los Farhes nos movilizamos en masa, es el gran nado
hacia la inmensa caverna de Ranthal.
-¡por Tadjir! pensé que solo había buena pesca- expresa con ignorancia el
Rull al mando-.pero ¿porqué no me lo has informado Ansaudir?
-pues ahora sabes lo que os espera a tí y vuestros Rulles, tal vez tu rey
no os deje marchar. Creo que nuestro trabajo incesante, va a tener un fin.
Si no he avisado antes, fue solo por precaución- expresa y concluye la
Farh-.
-has sido cauta, en un momento poco propicio, tienes y debes informarme-
dilucida el pardo Rull, mientras el silbido del viento en las casi plagadas velas
es constante-.
-lo sé, pero al entender, que comprendo vuestra postura de no interceder,
me ha hecho pensar si ir en ayuda de mí raza o seguir aquí-.
-¡escúchame!-exclama Yandrü, mientras la toma de los hombros desnudos de su
vestimenta- no sois prisioneros, ninguno de vosotros, podéis iros cuando
deseéis, pero os digo- explica el Rull, a todo tripulante del gran navío
mercante y en vos gruesa, y ya, sin ser jocosa- ésta siempre será vuestra
casa, estamos hace ya tiempo juntos y creo, a pesar de las diferencias, que
somos familia. He dejado mis tierras también y no quiero que el rey de los
hombres gane esta guerra, pero solo somos mercantes ¿se os ocurre otra idea
de cómo vivir? os invito a mí camarote y lo podremos hablar sin más.-
El barco, queda a palo seco, las drizas ya atadas en los inmensos mástiles,
logran los nudos lentos, para que se retrase el arribo a Rull, así esperar,
según Yandrü, capitán del gran navío, es lo mejor para que el paso por
Sardedn sea más cómodo. Ha dejado abierta una pregunta, que seguramente con
el correr de las lunas, y antes de arribar, serán respondidas. Los
mercantes, abstemios en la guerra, saben que duele ver a sus pueblos sufrir,
han pasado por varias ciudades que ya sentían la invasión del hombre, pero
el Rull, suspicaz, ha seguido con sus labores.
Ráldärýs es la más consciente de la tripulación, pero las preguntas de sus
camaradas no se hacen esperar, se le acerca como siempre cautelosa, Vaynel,
dejando de lado a su pareja, para poder dialogar de hembra a hembra…
-¿Ansaudir?- pregunta con vos átona-¿Ráldärýs?-le consulta luego llamándola
por su nombre en idioma neutral-.
Sobre la proa, la mujer rana, deja caer unas lágrimas mirando a la nada
pero la respuesta a la pequeña silur, no tarda, mientras seca las gotitas de
sus pómulos...
-dime Vaynel, perdonad, estoy un poco triste-
-lo sé, y lo entiendo Ansaudir- le responde comprensiva la Silur- vosotros
los hombres de Farh, estáis en una guerra de la cual sabéis defenderos, pero
nosotros los Silures, estamos en la misma, y la gran mayoría no sabe
nada de guerras.
-¿Cómo es que los silures están en esta guerra Vaynel?
-no lo sé es algo inusitado para mi raza, nos han dado aviso que
tanto la ciudad de Fretz como Suyam, están siendo evacuadas hacia pequeña
Silur, la ciudad del Rey y temo por mí hermano -responde la Silur,
bellísima-
-Me has dicho varias veces que tienes un hermano que hace tiempo no os
veis, pero nunca me has dicho su nombre.- Inquirió la Farh-.
-Robbendall, es el capitán de las ciudades de Silur, ese es su nombre-
contesta Vaynel-
- espero esté bien…- dice Ráldärýs sin más-
Ráldärýs y Vaynel, quedan mirando, se les suma Madray quien como siempre
desgreña a la Silur, hace lunas prácticamente es adusta, pero se oye por
todo el barco que quiere ir en ayuda de sus familiares en Adrid. Al sollozar
recibe el fuerte abrazo de la mujer rana y la Silur, quien prácticamente la
abraza a la altura de la cintura; esto crea por un instante unas risas que
hacen olvidar lo que están sufriendo las razas en la guerra, todo, ante la
atenta mirada del Rull capitán del navío mercante, quien daría su vida por cualquiera de su tripulación, que como ya ha dicho, son su familia.
La noche se hace eco de los pocos destellos de las luces en el cielo
que se ven, las lunas casi tapadas en su totalidad, puesto que se aproxima
una tormenta. Al estar cerca de Sardedn, donde ya es un largo invierno, el
frio se siente en el barco insignia, el brebaje de lir, los ayudará hasta
arribar a Rull, no sabe lo que le espera a Yandrü, pero conoce bien a
Lord Gelth y espera que este le comunique que debe hacer.
Al amanecer, el encargado de despertar a la tripulación es Átaro, que sube
a lo más alto del mástil, y en el carajo, empieza con sus gritos
vespertinos, siempre que no se queda ebrio de la noche anterior…
- Se aproxima una pequeña embarcación capitán, en proa y además
diviso tierra, tierra-carraspeo el de pèrèzön-tierra tierra
-ya calla- le exige Daýdiro-deja dormir
-medirsau-aynsaudir mevargir-anñelgir-expresa en chelle Dlâgâl
duerme-
Desperezándose sale de su camarote Yandrü, enseguida coge el timón, y
pregunta al pèrèzön
-Átaro, deja ya de gritar, tierra hay por todos lados, estamos en el gran
rio, no en alta mar-expresa con un bostezo que se entremezcla con los
bufidos de los caballos bajo cubierta-.
-los sé-le grita, quien parece estar un poco ebrio todavía-pero mirad a
babor capitán, es la ciudad maldita de Seen, si mal no recuerdo-
Rápidamente, no solo Yandrü, sino que la mayoría de los tripulantes, viran
rápidamente hacia el lado derecho del barco, a ver la ciudad de Seen,
hábitat construido y abandonado por los Tatuones, lugar, donde acaba de
levantar su campamento para dirigirse a Rull, Thiro. Pero claro, esta parte,
los mercantes no lo saben, asique deciden observar, aunque se encuentra
lejos, se puede divisar la belleza de las casas, murallas y acueductos
construidos con piedra netamente blancas, y brillantes. Pero Átaro desde la
cola divisa algo, no frecuente…
-¡capitán!
-dime Átaro-responde el Rull mientras aun mira a babor-
-¿Seen, sigue abandonada verdad?- pregunta el pèrèzön, dubitativo-
-sí ¿Por qué la pregunta?
-es que diviso humo de antorchas, pero de cientos de ellas.-
Al instante que Átaro da la noticia, Yandrü muestra una gran agilidad para
subir por el mástil, y ponerse al lado, para poder divisar con el
catalejo que le arrebata rápidamente al del desierto. Éste queda mirándolo
asombrado, ya que con una mano, se aferra a los obenques y con la otra
observa la antes ciudad del Tatuom. En la cola, solo entra un hombre,
aunque parece no ser problema para el Rull. El chirrido del agua en el barco
como quien oye a alguien vomitar, no detuvo el oír de Yandrü, ni de sus
tripulantes, que parecían balbucear sobre la ciudad maldita. Luego de
quedarse durante un lapso de tiempo, decide bajar rápidamente y llamar a
todos a cubierta.
-camaradas, acercaros!!!!!
Todo tripulante del navío, en cubierta levanta la mirada, para escuchar a
su capitán.
-seré Franco con todos vosotros- se sincera el mandamás mercante- he podido divisar,
cientos de antorchas apagadas en Seen. Esto solo quiere decir algo, el
hombre está llegando a Rull, y nos veremos inmersos en medio de una
guerra, a la que muchos creen pertenecer, y otros no. Os digo, que podéis
iros los que no quieren continuar, los barcos salvavidas, y los mismos que
usamos para los canales, están a vuestra disposición. Átaro, Madray, ayudar
al pequeño navío que se acerca, y bajad las escalas, de seguro es
Jeynjel.
El bullicio en el navío principal se hace eco de las palabras de su
capitán. Pronto hacen llegar estás palabras a el resto de las embarcaciones.
Ninguno decide separarse del capitán y deciden seguir adelante, por lo menos
hasta llegar al estrecho de Brú, en sardedn. Mientras en efecto, si es
Jeynjel quien viene con su pequeño Navío.
-capitán, nos haremos cargo de las consecuencias-dice una Ráldärýs más que
efusiva-
-mi señor, siempre han subestimado a los mercantes, creo es momento de
hacernos valer-replica Átaro-
-medirsau-aynsaudir, girpelsorsau tolposlen ustsaulen-meanvar- expresa sin
contemplaciones Dlâgâl-
Daydiro, Vaynel, Madray y los demás tripulantes del barco insignia,
asienten con la cabeza, mirándose unos a otros, comprendiendo el momento.
Todos saben que la tormenta que se viene, no es sólo la que están observando
al llegar a Sardedn, sino que también saben que es la que les espera una vez
en Rull.
-gracias…no esperaba menos- agradece Yandrü, y continúa- ayudaremos de
momento a Jeynjel, acoplad su nave.
Mientras los movimientos de acople sacuden el gran navío insignia mercante,
sin moverse de la proa, se ve ayuda a la pequeña embarcación de
Jeynjel, solo, pero con alguien mal herido.
-Daros prisa, replica Jeynjel, no se cuánto más aguantará.
Inmediatamente el débil huésped es reconocido rápidamente por Madray, era
su príncipe, era Solodar al borde de la muerte, unos alados más acuden a
ayudar a Jeynjel, quien levanta como puede el doble de su peso y ayuda a
cargar al alado. En ese mismo instante, Madray lo lleva hacia la toldilla, y
comienza a curar sus heridas con los demás alados…luego lo llevan a cubierta
rápidamente, ante la expectante mirada de todos los tripulantes del barco
insignia.
-Madray, espera…-dicta Jeynjel-. Toma, se lo he quitado para que no
lo reconocieran, se que es de la realeza de Tridex, por este collar-
-todos sabrán a quien le has salvado la vida Jeynjel-expresa Madray
emocionada- eternamente agradecidos estaremos los trideños.
-Vosotros los Trideños, nunca sabrán lo valiente que ha sido su príncipe,
lo he visto a él solo, peleando con decenas de mercenarios, si logra
sobrevivir, sería un digno Rey.- relata con aprensión el del puerto del
Rit-.
Madray acompaña a los demás alados hacia los camarotes para intentar salvar
la vida del príncipe, Yandrü, se pone al lado de Jeynjel y le dice…
-eres increíble, has arriesgado tu vida por alguien a quien no
conoces.
-conozco su raza, y a aladas como Madray, con eso, me basta.
-¿pero, cómo has podido salvarlo?- le pregunta el Rull-.
- no fue fácil capitán, tú me has enviado para ver qué movimientos hacían
los barcos de Brajistad, y Agrelor, y me he visto inmerso en su guerra, los
hombres han sido rápidos y astutos, se manejan de a miles y con brujería,.
Cuando vi, como a éste ágil y valiente alado, lo atravesaban flechas con
fuego, decidí ayudarlo, todos sus guerreros eran aniquilados, y él seguía
luchando.
-por Tadjir-expresa Átaro-
-¿pero cómo has logrado sacarlo?-le pregunta también Vaynel-.
-cuando vi con la ferocidad que luchaba, me le fui acercando, su última
flecha paso de lado a lado su boca, cayó frente a mí, y le di un fuerte
golpe en la cabeza, le arranqué su collar y lo empujé al mar, luego de que
nadie se percatara de que era un príncipe, fingí un flechazo, que venía de
la isla, y me zambullí al mar, lo busqué, y la parte más dura, fue llevarlo
hacia mí navío, pero gracias a que lo hombres triunfaron, pude sacarlo, ya
que estaban ebrios, sabiendo que iban ganando la batalla.- concluye su
narración Jeynjel-
-por las lunas del Lid Jeynjel- lo aclama Ráldärýs-.
-si Ansaudir, he visto lo peor, y creo que hay algo más malévolo que todo
esto, por lo menos Tridex está siendo devastada-.
-tarde o temprano, entraremos en la guerra- se pronuncia Átaro-
-Tarde o temprano no, ahora mismo lo haremos, en Brú.- concreta
el Pardo Rull-.
Brú
El estrecho de Brú, es el gran canal que separa la abismal cadena montañosa
de Sardedn, sus aguas en esta época, se congelan rápidamente por las bajas
temperaturas, acarreando una de las migraciones masivas más hermosas de ver,
miles de osos de L’ang, dejan su isla fría y siempre nevada de Bhin, para ir
más al norte de la cadena montañosa, donde se quedarán, procrearán e
invernarán en la región más al norte del bosque de polt, para luego,
volver a Bhin por la misma ruta, antes que termine de derretirse el hielo
del estrecho. Esta masiva migratoria del oso albino, casi siempre se da
luego de la llegada de los mercantes, quienes siempre atraviesan Sardedn
antes que se congelé, pero esta vez, con una guerra de por medio, se han
retrasado, esto generará que los barcos mercantes, puedan ver el arribo de
este increíble y feroz Oso marsupial. No solo los mercantes lo podrán ver,
ya esperando el total congelamiento, estarán pendientes para cruzar
los hombres de Etra.
Sobre esto, Yandrü algo huele, por eso llama a su camarote, a sus más
íntimos. En el mismo, los Silures, Ráldärýs, Dlâgâl, Jeynjel, Átaro y Madray
quien de momento queda a cuidado de Solodar.
-Gracias a todos, por estar aquí-comienza diciendo el Rull ante la
mirada pasiva de sus más fieles- creo haber dejado en claro mí postura, y me
gustaría saber vuestra opinión, aunque los he escuchado convencidos de
seguirme.-
-capitán, creo hablo por todos, lo más probable que si hombres de Morax,
están por invadir Rull, si nosotros pasaremos por delante de sus narices,
nos atacarán, nuestros barcos, no nos protegerán, tendremos que ir con los
caballos y carros- se explica Ráldärýs-
-bien-dice sin más Yandrü, y agrega- mirad, vosotros estáis conmigo, y
todos los barcos también, es lo único que importa, nosotros seguiremos con
nuestra labor, que es alimentar al Lid, si los hombres que puedan llegar a
estar por penetrar Brú, nos lo quieren impedir, apelaremos a la buena
fortuna y que los dioses nos ayuden, una vez en Rull, Lord Gelth nos
ayudará.
-capitán, ya estamos cerca de anclar los navíos, déjame ir en un caballo, y
ver que nos espera-se compromete Jeynjel-
-No, sería muy arriesgado y recién llegas -contesta pensativo Yandrü,
mientras se sienta alrededor de su mesa y coge una fruta-
-yo puedo ir, con un vuelo lo más alto posible, divisaría que hay, y
volvería a advertir-
-no es una opción Madray, tu pueblo está siendo masacrado, ni lo dudarán si
os ven- vuelve a negar el Rull y resalta- cuida de tu príncipe de momento,
él te necesita.
-nosotros podríamos ir, nuestros Gigors están descansados y son veloces, no
nos podrían alcanzar- se acopla Daýdiro-
-es viable, pero si los atacaran no me lo perdonaría-se expresa con sentimiento en su voz el Rull-.
-es algo con lo que contamos capitán-aclara Vaynel-
-deteneros- recomienda Ráldärýs- porque arriesgarse a que los vean, Dlâgâl
y yo, podríamos ir a nado, y salir en cuanto veamos que el agua se espesa, y
así, podríamos ver con facilidad si alguien quiere pasar por Brú-
-eso me parece más suspicaz- responde Yandru y acota- el oso de L'ang en
esta época, migra hacia la zona del norte del bosque de Polt, para aparearse
e invernar, nosotros siempre hemos atravesado el canal antes de que se
congele por eso nunca lo hemos visto, es algo único en el Lid, y el hombre a
sabiendas que el oso es hoy día arma del Rull Blanco, tal vez los
masacren.
-tal vez si, tal vez no- replica Átaro- quizá no quieran arriesgar un
enfrentamiento con el oso antes de pasar, sabido es que su marcha es
pasiva.
-bien, os propongo lo siguiente. En un principio Ráldärýs y Dlâgâl
irán a investigar la zona, asique de momento anclaremos aquí. Tú Jeynjel, te
irás al navío de hierro urûll, y lo traerás aquí delante, todos nosotros nos
trasladaremos a ese barco, llevaremos todo lo suficiente, vosotros Daydiro y
Vaynel, iros de navío en navío, y haréis que peguen la vuelta,
para no arriesgarnos. Vosotros dirán a todos que se dirijan al
sur, y anclen en Silur, que ahí nos veremos. Cargaremos el barco de hierro,
con todo lo que sea posible, es pequeño pero espacioso-explica los pasos a
seguir Yandrü, y culmina- Átaro, tú irás con las demás embarcaciones y
llevarás contigo a Solodar-.
-capitán, permitidme iré con vosotros-
-mi viejo camarada, eres el que más ha surcado ríos y mares a mí lado
conoces todos los sitios por donde pueden y no, pasar nuestros navíos de
diferentes tamaños ya que tendríais que pasar por el nudo de gek para llegar
a Silur- concreta el Rull- Ahora ve, necesito que lo hagas.
Madray interrumpe con fastidio y dicta…
…-pero mi príncipe está muy débil capitán, no creo llegue a Silur.-
-porque está débil, lo envío con Átaro, ¿o prefieres que vaya a una
batalla, cuando a penas respira?- le expone Yandrü, coherente-.
-el capitán tiene razón Madray, no resistirá. Hay varios alados en los
demás barcos, sabrán cuidarlo, confía en mi.- certero, contesta Átaro-
-ambos tenéis razón, os pido me disculpen. Capitán, ¿y si voy con ellos?-
se disculpa y a la vez consulta-
-Madray, comprende, ya quedaremos pocos, si os vais ambos, todo el arduo
trabajo del barco, lo harán solo los silures y Jeynjel, deja que Átaro se
encargue de Solodar.
-como diga mi señor- agrega la Trideña un poco ofuscada- nos veremos pronto
Átaro-.
-cuídate- le dice con cariño el de Pèrèzön, mientras la abraza por encima
de la cintura-
Átaro sin perder más tiempo, da un fuerte abrazo a todos, más aún a
Yandrü. Su despedida pone lágrimas en los ojos de todos, sabe que quizá,
no vuelvan a verlo, a uno de los más leales y fieles al capitán mercante..
Tejiendo trampas para poder escapar de las garras del hombre, en ese Punto
están los mercantes. Ráldärýs y Dlâgâl, comienzan a equiparse, el estrecho
de Brú está cerca, ya, deben partir…
-Ráldärýs, Dlâgâl venid- llama el pardo-.
-peltre tolasauondtre-sorsaulen- responde rápidamente el Morovito, mientras
que Ráldärýs solo asiente con la cabeza-
Lentamente Yandrü, se les acerca y dicta con humildad…
-…sé que alguna vez, tuvieron el mismo padre, conozco la historia de Polt,
espero, algún día, vuestros pueblos tomen vuestro ejemplo, y creedme vivirán
en paz- con voz átona pero no menos gentil-
-dirpos pelgir, ustsaulen-ustsaulen-austsaulen-ustsaulen-agradece
Dlâgâl, mientas la mujer rana sigue asintiendo con la cabeza-
-¡iros!- manda sin más el Rull-
El Morovito y la Farh, se dirigen a babor para sumergirse en el gran río,
pero al momento en que Ráldärýs, va a zambullirse, ante la mirada acongojada
de sus compañeros, gira rápidamente corre hacia su capitán, da un fuerte abrazo,
al que se unen rápidamente Jeynjel, Madray, y los Silures en un abrazo
eterno, que saben bien, al igual que con Átaro, que tal vez sea el último.
Antes de irse, desgreña el cabello de la Silur, como suele hacer siempre
Madray, y ante las miradas impasivas da la vuelta y en un gran salto, se
sumerge en el Gran Río. Todos los mercantes se quedan mirando porque
Ráldärýs farfullo algo antes de irse, en chelle, pero solo Yandrü, llego a
escuchar, aunque Vaynel, muy atenta inquirió…
-… ¿tú si la has entendido verdad?
-si mí pequeña Silur, a la perfección-
La ida de tres mercantes, inseparables desde hace ya largo tiempo deja unos
momentos funestos en el gran barco insignia. Mientras tanto, el navío de
hierro, ya está al costado, esperando ser abordado. Comienzan a acoplar las
tablas para hacer el abordaje, caballos, víveres, armas y solo treinta
mercantes, quienes por lo visto quieren cambiar el curso de la guerra.
Yandrü sabe que queda poco, el hielo comienza a hacerse presente, se divisa
aún lejos Brú, pero el congelamiento está empezando a expandirse. Por esto
es que traen consigo al barco de hierro, llamado así, por su proa de acero
urûll, con el cual, muy lentamente, pero eficaz va abriéndose paso por el
hielo, sea duro o no, éste lo rompe.
Brú, está ya, muy cerca para Ráldärýs y Dlâgâl. Las aguas empiezan a estar
cada vez más frías. Aminoran el nado, ya que venían a una velocidad
considerable. Están a una profundidad inalcanzable para el hombre, y para el
mismo Morovito tampoco es fácil, ya que sus branquias párvulas no le
permiten estar tanto tiempo debajo del agua, Ráldärýs…como el gran pez. La
belleza cristalina del gran río, no para de asombrar a Dlâgâl, que decide
por un impulso, coger la mano de la Farh, que a pesar de sus membranas puede
coger igual la mano del Morovito con sus falanges. Los interminables
senderos acuáticos y la gran variedad de peces de río, crean un bellísimo
paisaje submarino en el mar de Brassan. No hay caverna Farh cercana,
puesto que lo más posible, es que Dlâgâl, emerja para respirar un poco, ya que llevan
bastante recorrido a Nado, y él ya empieza a sentir la falta de aire.
Ráldärýs, decide acompañarlo, para así acercarse a la orilla, para ver
si divisan algo. Al salir muy cautelosos de momento no divisan más que el
congelamiento del río.
Al volver a sumergirse, ya no estaban solos, los
esperaban fuertemente armados una veintena de Farhes, quienes al ver una Farh y
un Morovito, los apuntan rápidamente con sus espadas. Ante esta situación, Ráldärýs
como Dlâgâl, quedan perplejos, y la hembra Farh, se pone por delante de
Dlâgâl, cubriéndolo ante cualquier eventualidad.
Al parecer, el estrecho de Brú, albergará una contienda nunca antes vivida
en todo el Lid. Una gran migración del oso de L’ang, un ejército imperial
queriendo invadir la bellísima región de Rull y un puñado de mercantes,
sumados a una veintena de Farhes quienes acaban de apuntar con sus arpones a
Ráldärýs y Dlâgâl.